domingo, 12 de agosto de 2012

Un lugar donde quedarse

En cada despedida está ella.
Desde el coche, 
diciendo adiós incansable
hasta desaparecer.

Su habitación no se ha tocado
desde aquel día.
Y todos los veranos vuelve a tener
siete años, trece, dieciséis.

Sueña con amar y errar
hasta encontrar un lugar donde quedarse.
Entre alcohol y manos extrañas, 
una canción distinta cada noche.

Polvo y tierra en sus zapatos
recién limpios.

Enredó su pelo hasta no importarle.
Caminó aún más lejos de lo que se propuso.
Me dijo: aquí te llevo. 
Y tú, quédate con esto (nada).

Deshaciéndome, como cada septiembre.
Reptando entre paredes lisas y rugosas,
haciendo sangrar mis nudillos.

Volviendo a ella y sus caprichos, 
a mis hermanos, que no están.
A las mañanas de tele y de piscina,
a tu cama, cada año más pequeña.

Ya crecerán los chicos.
Los chicos se hicieron grandes, 
aprendieron también a olvidar.

En su ventana ya no hay cristales.
Su mirada no está tan viva.
No reconozco su voz.