miércoles, 22 de marzo de 2023

31



Y en mitad del viaje, en pleno calor de agosto, apareciste, estallando como una tormenta inesperada. 

Y fuiste Madrid de madrugada, fuiste las calles mojadas, como en los 80: atrevimiento, irreverencia, cierta excentricidad y de nuevo una risa en la que podría quedarme a vivir.

Me has ofrecido recuerdos de momentos que no he vivido, como Leire en Lisboa. He sentido tu tacto, tu cuerpo, tu mirada. He creído estar enamorada. Voy de fiesta, celebrando.

Uff qué difícil. Espero en el andén mientras escojo mi disfraz: "nada importa nada" o "no vayas a ser imbécil".

Viejas canciones de letra olvidada piden sentarse a mi lado. Decoran el trayecto con una primavera floreciente de colores inmensos, me abren la puerta de tu habitación, para observarte desnudo.

Ruido de cristales, humo de mil cigarros. He jugado malabares con fuego, acerqué antorchas a tu pelo empapado en combustible. Y lejos de lo esperado me mojé también las manos, se hundieron mis pies en la tierra, agarré tu cara con firmeza e intenté retenerte, guardarte bien adentro.

Viento agitando la marea, una luna llena inalcanzable. Temí que se cerraran tus ojos antes de quedarte a ver amanecer.

Carreteras, vidrio, neumáticos en llamas. Quemé a mi paso todo cuanto pudo arder.

Cenizas, diamantes, tesoros enterrados.

Curiosidad supo taparme la boca a tiempo, arroparme en la noche entre letanías vacías a modo de nanas.

Mírame, esperando que te creas desarmado y decidas en un arrebato romper el tablero antes de que me lance a tirar los dados. Un corazón grande tentado a ahogarse en la ambición.

Volví a contar estrellas con el amigo ausente, escuché de nuevo reír a mis hermanos.

Atardecía, volvías de Los montones con los bolsillos derramando canicas mientras corrías. 

Unas piernas fuertes, mentiras piadosas... La oportunidad fugaz de detener el tiempo, moldear figuras en el barro, escuchar ruido de metales chocando en suspensión.

Estruendo y aplausos.

Confórmate con lo vivido, que no es poco. Alimenta la fantasía sin despegar del suelo, nena, busca asideros, reconócete fuerte y valiosa. Poderosa.

Si quieres viajar conmigo solo tienes que avanzar entre las páginas de esta historia volátil. 

Humo decía, viento, polvo en el aire.

Trazo en silencioso ritual el punto final de tu relato inacabado.

Acelero la conclusión, grito impotente y tiemblo en soledad ante el inminente sacrificio clandestino.

Una vez asumida la rendición, ya solo queda regresar de vuelta a casa.

Indecisa, preguntona, muy mentirosa


 

La luz de los momentos reales no es la misma que la luz en los recuerdos.

Casualidad me guiñó un ojo y me hizo ansiar el escenario. Lo cogí con ganas. Y te miré de frente buscando tus ojos esquivos, y estos 20 años se borraron de golpe.

Quise volver a jugar contigo y te encontré de nuevo en una de esas tardes donde la primavera nos regalaba sol, tiempo, risas... Donde todo estaba por llegar.

Un par de críos en el vaivén de los columpios.

Siempre me hiciste sentir afortunada, única y peculiar, metida en tu bolsillo, como una cantante famosa entre los posters colocados en tu habitación adolescente.

Recordabas también las bicis, el choteo, las bromas. Qué giro de tuerca tan certero.

Posicionados en la línea de salida, creí que partir con ventaja me haría más fuerte. Hoy me llena el corazón saber que te va bien, te reconoces feliz y tranquilo.

Los días aquí pasan más lentos.

Era pronto para querer huir, pero te dije adiós y comencé a hacer las maletas. Te pregunté si te acordabas que fuiste tu quien me enseñó a tirarme de cabeza al agua.

Vuelvo como siempre ajena al ambiente que me asfixia y entorpece mis pasos. De repente no encuentro palabras, la prisa me ciega y me sitúa inmóvil, lejos de todo cuanto construí para presentarme erguida, contenta, satisfecha con lo logrado.

Me olvidé de ti, dices. Sostengo un puñal intacto clavado en mi pecho desde entonces. No pasa nada, no nos buscamos, no hicimos por encontrarnos. Caminamos sin mirar hacia atrás, donde cada año seguían floreciendo las semillas que alguna vez fuimos.

De madrugada, en julio, yo en tu barrio a punto de subirme al autobús y tu asomado en tu balcón. Pensábamos quizás que solo nos separaría un verano. El siguiente curso empezaría al llegar septiembre.

Volvía sola de la feria y algo me dijiste. También hiciste tu vida. No pasa nada, es normal.

Qué fuerza tan inmensa nos impulsaba por aquel entonces. Pretendía tirar del hilo, concederte la ocasión de que devoraras por fin a tu diosa. Atraparte entre mis piernas y que confesaras sin dar crédito que dejarías todo cuanto tienes por conservar para siempre este momento.

Nadie sabe, mientras la vive, que quizás esa sea la última vez.

Estiramos lo que pudimos 10 minutos para contarnos. Indecisa, preguntona, muy mentirosa. Con los mismos andares y como siempre, estallando contigo venga a reír. Admirando tu sencillez y tu nobleza. Entregado, seguro, con pocas tonterías.

Si la herida está reciente aún no puedes arrancar la costra.

Quería decirte, sin querer perturbar aún más tus sentimientos, que no te imaginas cómo tenerte en mente me ha ayudado, me ha despertado y me ha hecho crecer. Observarme serena y esculpida en el espejo, a pesar de haberme roto en mil pedazos unas horas antes.

Me revolvía, me revelaba, soñaba con escapar. 

Me llamas rara y confirmo.

Supongo que de esto se trataba crecer sin habernos despedido.