viernes, 8 de noviembre de 2013

Un día gris

Sí, hay días que amanece lloviendo.
Y a ti te gusta la lluvia.

Paseas desnudo entre calles mojadas,
persianas bajadas, 
todo el silencio de la noche es tuyo.

Dices que la lluvia resbala por tu cara, 
igual que mis dedos al acariciarte.
Dices que has decidido caminar,
con el miedo bajo el brazo, caminar.

Y yo te observo inmóvil, 
tratando de adornar con movimientos perfectos
la música que traes contigo.

Eres calma y revolución.

Lo reconozco entre tu pelo, 
en tu espalda, 
sentada sobre tus piernas, 
cuando te enredas en las mías.

Esperábamos un día gris 
en el que olvidar los paraguas.
Un día gris...

Café frío y mucho azúcar.
Hacer del barco nuestro hogar 24 horas.

Ha habido muchos días así, 
Chico que rompe las olas.
Nunca tan grandes como ahora.

No me trataron bien...
pero qué difícil es dar cuerda
a los juguetes ya rotos.

Asumir que no volverán a tener vida,
con toda la gracia de hace años.

Esquivé sus miradas ágil, 
yo también decidí:
hasta aquí sufro,
más allá es todo suerte.

Y entre telas baratas te encuentro, 
bajo un vendabal de instintos conformes
y otros desatados.

Te gritaba: ven, quiero que vengas, ven.
Dime cómo encontrar la ventana 
en esta oscura habitación.

Paciente, con toda tu calma 
y tu risa hipnótica, 
alargaste tus manos y lograste tocarme.
Y supe que me deshacía...

Era débil, agua, fuego a veces...
Entre destellos y oscuridad,
guardando distancia con mi querido silencio.

Supe que me deshacía.