... Y así superamos juntos
el domingo.
Me bastaba mirarla:
Su pelo rojo, sus pocas palabras,
su respuesta siempre ingénua.
Tremenda.
Tenías un verano enterno,
tu propio cuerpo dejó de estorbarte.
Subías escaleras de dos en dos.
Suelo llorar, decías,
y todos sabíamos
que te faltaban razones.
Pasé horas nadando
entre los dibujos de tu espalda
mientras tu dormías.
... Y en tu habitación
el tiempo se detiene
y vuela a la vez.
Fuera de nuevo el bullicio estallaba.
Respira. Respira otra vez.
A las once Carlota vuelve a casa.
Lo conseguimos,
no era tan difícil.