domingo, 21 de abril de 2013

Loco de contento

Dibujo varias líneas de trazo recto
con pulso dudoso.
Y entre ellas, probablemente,
la radiografía de tu sonrisa.

Nunca disfruté tanto
de verte disfrutar.
Me permití observarte,
simplemente.

Me regalaste surrealismo,
una tarde en Lavapiés,
una habitación de espejos infinitos.

Y soñaba con tenerte dentro,
guardarte en mis bolsillos
como magia cotidiana.
No perderte, no hay traiciones.

Porque a él llegué a besarlo con las mismas ganas.
Clavé mis uñas en su espalda.
Robé sus mejores recuerdos.

Y aún así me explicas:
aprovechar el tiempo es besar,
pintar,
imaginar con los dedos.

Me ando con los tapujos justos,
planeo más noches contigo.

Con la complicidad de la guitarra
y de Madrid, que me enamora.
Sí, enamorándome de nuevo.

Esos labios, esas ganas,
ese impulso por una vez controlado.
Sin remedio alguno.

Me dices: te observaría durante horas,
te guardaría inmóvil, estallaría entre tus piernas,
en tu boca, en el estremecer de tu cuerpo.

Tan real, tan normal, tan extraño.
Mañana acariciaré el cine de lejos,
y seguiré esperando al viernes.
Aún callando el secreto q no te desvelé.

Peleando a la contra, como el amigo,
deseando estar en todas partes,
siempre.

Me sorprendo de que seas una sorpresa
a estas alturas.
Y coloco otra medalla
sobre el pecho de la nena adolescente.

Siempre hiciste cuanto quisiste, bien.
Besaste, follaste, amaste a quien quisiste.
Y también te dejaste destrozar.
Bien.

Hoy es él quien no tiene nombre.
Es una sombra de pelo rapado,
pantalones ajustados, botas y tirantes.
Ya ni me acuerdo.

Muerdo los brazos de la persona
que en este momento me quiere a su lado.
Y trato de bebérmelo entero:
cada imagen, cada sollozo...

Me río de cómo dice que me ve.
Y me empapo de la manera
en que dice verse a sí mismo.

Empaqueto este momento
junto a sus lágrimas, sus buenas intenciones,
su estudio y su primera vez.

Antes tenías el pelo largo.
Antes eras rubio.

Y qué distinto es dar voz a quienes la perdieron.
Camino con los zapatos en la mano
intentando destacar una época feliz,
porque muchas lo fueron.

Me llevo tu ropa, tu ducha,
tu pelo cortado a trasquilones.
Me llevo todo lo que no he querido ser.
Añoro a mis hermanos.

Sobre tumbas descansa
todo aquello que pudo ser.
Loco de contento.
Loco, loco de contento.

Me esperabas al salir del instituto,
y entonces las bromas tenían otra gracia.

"Gracias", dices, al compás de acordes improvisados.
Aquí tengo mi cerveza,
tranquila nena, no te olvidaste nada.

Cómo decirte sin idioma,
la materia en la que has logrado convertirme.
Me entiendes? Pregunto.
Respondes: no. Y punto.

viernes, 19 de abril de 2013

Violeta fresa ácida

A fresa ácida sabías.
Al verano por llegar, 
a las bicis, ya sabes.
Pelo revuelto por el viento.

En un ir y venir
de maquinaria desgastada,
tornillos aflojados,
hierro cubierto de óxido.

Te admiro desde lejos,
y me dejo llevar en atardeceres como este.
Me refugio entre la hierba más alta
y planeo quizás trepar el árbol.

Los ojos azules siempre me impactaron.
Y en tí, tu sonrisa extraña,
tus dedos largos,
tus piernas tan firmes.

Recogías el equipaje y subías de nuevo al tren.
Te dejabas acariciar por manos ajenas,
y dormías.

Y ahí estaba tu sabor, el atardecer,
la tierra secada al sol.
Ahí estaban las palabras que sobraba decirse.

Las ramas altas,
la mirada felina,
el lamento por todo lo olvidado.

Creían que no íbamos a crecer,
Chico-Pantera.
Confiaban en encontrarse siempre
con su sombra alargada en el asfalto.

Iban sin ropa, andaban descalzos,
tampoco llevaban reloj.

Y entonces creyeron saber, ya de mayores,
que todo cambia y se transforma, 
y que nada permanece.
Que en nada hay ya que creer.

Apagaron sus gemidos cuando llegaba la noche,
esquivaron la luz por miedo a cegarse.
Negaron el camino, la utopía.

Aplaudiámos al terminar la función,
satisfechos de un trabajo bien hecho.

Más aquí que allá,
más lejos que cerca.
Mi piel apenas reconoce el deseo.

Y tu color: violeta.

martes, 16 de abril de 2013

El piti más largo del mundo

Recojo hoy lo que quedó de aquel incendio.
Ceniza indescifrable a la que intento aferrarme
para no andar aún más perdida.

En cada recoveco de mi aturdida cabeza,
la incomprensión se vuelve orgasmo,
y lo compro.
Todo el dolor parece hoy broma,
y desconfiando, lo compro.

Prefiero no ver, prefiero no mirar.
Acepto la realidad que me ofreces
y sin problema asumo las reglas del juego.

Una vez dentro es difícil escapar.

Llega la primavera.
Tantos ratos de autobús,
tanta absurda despedida.

Era cierto.
Ya lo conseguiste, nena.
Es curioso.

Te han colocado el trofeo entre las manos
y ahora, caprichosa, no lo quieres.

Ahora ya no es lo de antes.
Cenizas, ya te dije, es polvo.

Dedos hundidos en tu pelo,
movimiento involuntario
que siempre me sitúa lejos de ti.

Y dices, mi animal herido,
que es a tí a quien siempre he querido de esta forma,
y lo compro.

---

Descanso de una noche tremenda
con las maletas en la puerta.

Rozando el límite de lo ridículo,
andando a un metro del suelo.
Volabas, nena, todos lo vimos.

Tan triste como Lang y su último avión
sin viaje de vuelta.
Asombrados, fingiendo ser mayores.

No habló, no dijo nada.
Preguntó si te gustaba, si recordabas sus manos,
su lengua, su sexo.
Te pidió también que volvieras.

Y ahí estabas,
añorando el mar en octubre,
el campo cualquier día,
echando de menos cada atardecer que te perdiste.

Eran horas y horas.
Una escala de grises ininterrumpida.
Muñecas luxadas.
El camino desde lo tangible a lo irreal.