martes, 16 de abril de 2013

El piti más largo del mundo

Recojo hoy lo que quedó de aquel incendio.
Ceniza indescifrable a la que intento aferrarme
para no andar aún más perdida.

En cada recoveco de mi aturdida cabeza,
la incomprensión se vuelve orgasmo,
y lo compro.
Todo el dolor parece hoy broma,
y desconfiando, lo compro.

Prefiero no ver, prefiero no mirar.
Acepto la realidad que me ofreces
y sin problema asumo las reglas del juego.

Una vez dentro es difícil escapar.

Llega la primavera.
Tantos ratos de autobús,
tanta absurda despedida.

Era cierto.
Ya lo conseguiste, nena.
Es curioso.

Te han colocado el trofeo entre las manos
y ahora, caprichosa, no lo quieres.

Ahora ya no es lo de antes.
Cenizas, ya te dije, es polvo.

Dedos hundidos en tu pelo,
movimiento involuntario
que siempre me sitúa lejos de ti.

Y dices, mi animal herido,
que es a tí a quien siempre he querido de esta forma,
y lo compro.

---

Descanso de una noche tremenda
con las maletas en la puerta.

Rozando el límite de lo ridículo,
andando a un metro del suelo.
Volabas, nena, todos lo vimos.

Tan triste como Lang y su último avión
sin viaje de vuelta.
Asombrados, fingiendo ser mayores.

No habló, no dijo nada.
Preguntó si te gustaba, si recordabas sus manos,
su lengua, su sexo.
Te pidió también que volvieras.

Y ahí estabas,
añorando el mar en octubre,
el campo cualquier día,
echando de menos cada atardecer que te perdiste.

Eran horas y horas.
Una escala de grises ininterrumpida.
Muñecas luxadas.
El camino desde lo tangible a lo irreal.




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