viernes, 10 de diciembre de 2010

Nada que ver

Acostumbrándome a esperar un golpe de suerte, un pincho oportuno en el lugar exacto donde vaya a parar el globo. Hurgar en mi manga y comprobar que el as que no creí colocar ahí sigue en su sitio.

Si al menos el dinero pudiera hablar y ofreciera una buena conversación...
Manejo billetes como papel mojado, pero con estas dos monedas la gasolina no me da. Ni para putas, ni para vicios a los que pretendo engancharme, ni para el último tren en caso de que quiera volver a casa prescindiendo de tu amabilidad.

Siempre la exigencia ha hecho que enfoque con precisión las expectativas ajenas, y que así las mías pasen a ser manos maternales y voz melodiosa. Y a veces incluso correo de hace años.

Que no, que todo se aprende, y de aprender nunca se deja, así que: que se acostumbren.

Ni siquiera un plan perfecto garantiza diversión. Tanta tranquilidad agita mis piernas en espasmos nerviosos. Vuelvo a aquella calle tan oculta, con la guitarra a la espalda y los deberes sin hacer.

También en otros sitios sería denoche. En Madrid también era denoche.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Sola


Torcidos como los sueños de La nena.

Como su intención férrea de no cumplir más años,

y quedarse en sus veinte, con la ropa de entonces,

el peinado de entonces y amigos siempre ingenuos.


Qué cansada estoy: es la hora de dar a luz,

y solo estás tú, Chico-Pantera, para aportarme calma.


Te explico serena y un tanto confusa

que no es lo mismo amar antes que después,

y tú tratas de hacerme ver, con tu entusiasmo adolescente,

que lo que sientes es certero.


¿Sabes? Voy a perderme en tu libro de hojas blancas,

y cuando consiga encontrar un rincón a mi gusto,

voy a volver a por ti.


Las páginas descansarán cerradas

y nosotros bailaremos.

Como bailamos en cuanto atraviesas mi puerta,

o cuando te ocultas bajo mis sábanas.

martes, 7 de diciembre de 2010

La tarde que te encontré




No soy quién para pedirle al músico que deje de tocar,

ni quién para ensuciarle su instrumento,

ni quién para escondérselo.


Me ofreces tu sonrisa limpia y tu tacto cálido.

(No sé qué robarte para sentirte mío).


Lleno mi mochila de piedrecitas mientras busco el camino de vuelta a casa.


Manos extrañas me acarician.

Encuentro en cada desconocido un alivio,

y dibujo bajo su piel un deseo.


Me pierdo en el humo de sus cigarros

y me vuelvo aire viciado y sabor al último bar.


Conversación improvisada.

Guardo en el bolsillo del pantalón corto de verano aquella calle,

aquel silencio, el viento frío y tu mirada.


- ¿Cómo te llamas?

- Ángela.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Dibujándote



Me mirabas desnuda.

Fumabas y tarareabas una canción de Extremo.


Decidí: vestir tus cardenales, sentir todas las caricias que nunca te han dado,

llenar tus pulmones de aire limpio y empezar de nuevo la cuenta.


Decidí: ponerme plumas y volar, darte cobijo una noche más,

y dormir entre el colchón y mis sábanas de mentiras piadosas,

y recuerdos de instituto.


Un payaso sin disfraz, una boca ensangrentada.

Jerseys de manga larga, y sin nada que cenar.

Un tabique de hielo: tan impenetrable como frágil.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Primavera en Tokio: Invierno en Cuatro Caminos


Cantaba la Amiga-mariposa, y el aire cambió de color.

Noté a distancia la textura de tus labios.

Traté de imaginar que decías la verdad: estoy enamorado de ti.

Qué gracioso, pensaba, qué pequeño y qué atrevido.


Te apoyaste sobre las líneas rectas de mis esquemas

y me hiciste ver que en realidad no son tan firmes,

ni la firmeza en que las suponía era tan importante.


Me despeino al seguir tus pasos, amplios y veloces.

Tan cerca de mí como lo lejos que en realidad te encuentras.

Me río ahora del orgullo de haberme creído fuerte y construida.

Nunca dejé de correr.


Me he abrazado a tu cintura y le he perdido el miedo a las alturas.

Ahora que domino mi vista, me regalas un campo de hierba fresca en verano donde tumbarme a descansar.


Sí, Chico-Pantera, aunque no lo creas un manojo de años son demasiado insuficientes

(trataba de explicarte).


Ahora he comprendido que nunca se es lo que se pretende,

porque nunca se detiene el flujo de imágenes ante tus ojos,

igual que ningún río se ha secado a la puerta de mi casa.


Trataba de decirte, que si me dejara (y quiero),

podrías serlo: todo.