Si al menos el dinero pudiera hablar y ofreciera una buena conversación...
Manejo billetes como papel mojado, pero con estas dos monedas la gasolina no me da. Ni para putas, ni para vicios a los que pretendo engancharme, ni para el último tren en caso de que quiera volver a casa prescindiendo de tu amabilidad.
Siempre la exigencia ha hecho que enfoque con precisión las expectativas ajenas, y que así las mías pasen a ser manos maternales y voz melodiosa. Y a veces incluso correo de hace años.
Que no, que todo se aprende, y de aprender nunca se deja, así que: que se acostumbren.
Ni siquiera un plan perfecto garantiza diversión. Tanta tranquilidad agita mis piernas en espasmos nerviosos. Vuelvo a aquella calle tan oculta, con la guitarra a la espalda y los deberes sin hacer.
También en otros sitios sería denoche. En Madrid también era denoche.