miércoles, 12 de abril de 2023

El capítulo de las despedidas

Rugió el león anunciando la película. Nadie agarra mi mano en este escenario de silencio e incertidumbre, siendo el momento de recibir los aplausos.

El amigo Oxígeno se pilló un berrinche. El amigo Cristal yace roto en el suelo, hecho pedazos. Un dolor indescriptible, dice. Nunca volverá a ser el mismo.

Cierro la puerta detrás de mi y avanzo, corriendo, ganando velocidad. Atravieso esquinas, trepo a garra todas las tapias, salto hogueras y esquivo balas descubriendo un talento innato.

Nena gritando a voces sus complejos. Nena rara, buscando llamar la atención.

Fenómenos celestiales inesperados y letales, corrientes de viento en espiral chocando en el aire como máquinas de tren.

Es el capítulo de las despedidas, nena, nadie te prepara para algo así.

Oscilo en movimientos pendulares: a la izquierda "te echo de menos", a la derecha "esto nunca pasó".

Exagerada, dramática, amante de la performance. 

Guardo en un baúl secreto los secretos que él me confesó de noche. Estaba inspirado, decía. Imaginaba, me contaba, y se reía. Dormía largas horas hasta el amanecer. Y al despertar calmaba su hambre devorando recuerdos.

Aida lo sabe. Ha tenido que decir adiós varias veces. Y no encontró consuelo ni dentro ni fuera de los imponentes muros que construyó alrededor de su cuerpo y sus palabras.

Reconozco la voz que resuena entre la máscara y mis labios. Ahora Bárbara me guiña un ojo antes de salir a escena, me envuelve en sus brazos y me cubre el corazón con su vestido negro de funeral.

Nunca tan auténtica como al presentarme con otro nombre. 

Agonicé hasta la asfixia al amparo de una madre tóxica.

Mis delirios me encajaron un corsé, una cresta punk y un tutú de color rosa.

Os abrazo compañeros, antes y después de terminar la función. He abierto bien ojos y mente, ha sido un regalo conoceros, ojalá no perderos nunca. 

miércoles, 22 de marzo de 2023

31



Y en mitad del viaje, en pleno calor de agosto, apareciste, estallando como una tormenta inesperada. 

Y fuiste Madrid de madrugada, fuiste las calles mojadas, como en los 80: atrevimiento, irreverencia, cierta excentricidad y de nuevo una risa en la que podría quedarme a vivir.

Me has ofrecido recuerdos de momentos que no he vivido, como Leire en Lisboa. He sentido tu tacto, tu cuerpo, tu mirada. He creído estar enamorada. Voy de fiesta, celebrando.

Uff qué difícil. Espero en el andén mientras escojo mi disfraz: "nada importa nada" o "no vayas a ser imbécil".

Viejas canciones de letra olvidada piden sentarse a mi lado. Decoran el trayecto con una primavera floreciente de colores inmensos, me abren la puerta de tu habitación, para observarte desnudo.

Ruido de cristales, humo de mil cigarros. He jugado malabares con fuego, acerqué antorchas a tu pelo empapado en combustible. Y lejos de lo esperado me mojé también las manos, se hundieron mis pies en la tierra, agarré tu cara con firmeza e intenté retenerte, guardarte bien adentro.

Viento agitando la marea, una luna llena inalcanzable. Temí que se cerraran tus ojos antes de quedarte a ver amanecer.

Carreteras, vidrio, neumáticos en llamas. Quemé a mi paso todo cuanto pudo arder.

Cenizas, diamantes, tesoros enterrados.

Curiosidad supo taparme la boca a tiempo, arroparme en la noche entre letanías vacías a modo de nanas.

Mírame, esperando que te creas desarmado y decidas en un arrebato romper el tablero antes de que me lance a tirar los dados. Un corazón grande tentado a ahogarse en la ambición.

Volví a contar estrellas con el amigo ausente, escuché de nuevo reír a mis hermanos.

Atardecía, volvías de Los montones con los bolsillos derramando canicas mientras corrías. 

Unas piernas fuertes, mentiras piadosas... La oportunidad fugaz de detener el tiempo, moldear figuras en el barro, escuchar ruido de metales chocando en suspensión.

Estruendo y aplausos.

Confórmate con lo vivido, que no es poco. Alimenta la fantasía sin despegar del suelo, nena, busca asideros, reconócete fuerte y valiosa. Poderosa.

Si quieres viajar conmigo solo tienes que avanzar entre las páginas de esta historia volátil. 

Humo decía, viento, polvo en el aire.

Trazo en silencioso ritual el punto final de tu relato inacabado.

Acelero la conclusión, grito impotente y tiemblo en soledad ante el inminente sacrificio clandestino.

Una vez asumida la rendición, ya solo queda regresar de vuelta a casa.

Indecisa, preguntona, muy mentirosa


 

La luz de los momentos reales no es la misma que la luz en los recuerdos.

Casualidad me guiñó un ojo y me hizo ansiar el escenario. Lo cogí con ganas. Y te miré de frente buscando tus ojos esquivos, y estos 20 años se borraron de golpe.

Quise volver a jugar contigo y te encontré de nuevo en una de esas tardes donde la primavera nos regalaba sol, tiempo, risas... Donde todo estaba por llegar.

Un par de críos en el vaivén de los columpios.

Siempre me hiciste sentir afortunada, única y peculiar, metida en tu bolsillo, como una cantante famosa entre los posters colocados en tu habitación adolescente.

Recordabas también las bicis, el choteo, las bromas. Qué giro de tuerca tan certero.

Posicionados en la línea de salida, creí que partir con ventaja me haría más fuerte. Hoy me llena el corazón saber que te va bien, te reconoces feliz y tranquilo.

Los días aquí pasan más lentos.

Era pronto para querer huir, pero te dije adiós y comencé a hacer las maletas. Te pregunté si te acordabas que fuiste tu quien me enseñó a tirarme de cabeza al agua.

Vuelvo como siempre ajena al ambiente que me asfixia y entorpece mis pasos. De repente no encuentro palabras, la prisa me ciega y me sitúa inmóvil, lejos de todo cuanto construí para presentarme erguida, contenta, satisfecha con lo logrado.

Me olvidé de ti, dices. Sostengo un puñal intacto clavado en mi pecho desde entonces. No pasa nada, no nos buscamos, no hicimos por encontrarnos. Caminamos sin mirar hacia atrás, donde cada año seguían floreciendo las semillas que alguna vez fuimos.

De madrugada, en julio, yo en tu barrio a punto de subirme al autobús y tu asomado en tu balcón. Pensábamos quizás que solo nos separaría un verano. El siguiente curso empezaría al llegar septiembre.

Volvía sola de la feria y algo me dijiste. También hiciste tu vida. No pasa nada, es normal.

Qué fuerza tan inmensa nos impulsaba por aquel entonces. Pretendía tirar del hilo, concederte la ocasión de que devoraras por fin a tu diosa. Atraparte entre mis piernas y que confesaras sin dar crédito que dejarías todo cuanto tienes por conservar para siempre este momento.

Nadie sabe, mientras la vive, que quizás esa sea la última vez.

Estiramos lo que pudimos 10 minutos para contarnos. Indecisa, preguntona, muy mentirosa. Con los mismos andares y como siempre, estallando contigo venga a reír. Admirando tu sencillez y tu nobleza. Entregado, seguro, con pocas tonterías.

Si la herida está reciente aún no puedes arrancar la costra.

Quería decirte, sin querer perturbar aún más tus sentimientos, que no te imaginas cómo tenerte en mente me ha ayudado, me ha despertado y me ha hecho crecer. Observarme serena y esculpida en el espejo, a pesar de haberme roto en mil pedazos unas horas antes.

Me revolvía, me revelaba, soñaba con escapar. 

Me llamas rara y confirmo.

Supongo que de esto se trataba crecer sin habernos despedido.

sábado, 28 de agosto de 2021

En una mano un imperdible y en la otra el corazón

Decías que adorabas escribir. Pocas veces nos hemos visto para lo tanto que me acuerdo de ti.

Con tus botas de cuero, tus piercings, tu mirada azul y tu sabor a gominola.

Pocas veces nos hemos visto para la de recuerdos que tengo contigo.

Acepto sin reparos el decorado de la escena diez años después, acepto una cerveza, acepto un abrazo.

La pandemia nos ha pillado vivos y ahora juntos.

Libres, cada cual a su manera.

Libres. Cada cual a su manera.

Giras la página de la historia, esbozas unos trazos, te conformas.

Me hablas sosteniendo en una mano un imperdible y en la otra el corazón.

Pierdo la cuenta de las vueltas que he dado hasta llegar a este lugar.

Es verano, estoy sudando, no cogía un autobús desde hacía más de tres meses. Guardo la compostura mientras te espero, inquieta y con ganas.


Guerrero derrotado

Subidos sobre este escalón le dimos cuerda al mundo. Me eché a dormir y se me fue de las manos. Tenía miedo de perderme, de no encontrar un espejo en el pasillo. Temía que mis pies se hundieran en la tierra, verme forzada a despertar el pasado, olvidar el camino comenzado.

Tenías razón, se acabó la época del ensayo y error, se acabaron las clases, se cerraron los libros. Ya pasó el verano. 

Un concepto de tiempo perturbado donde 36 años han cabido en un chasquido de dedos.

Volví a aquella tarde de calles empedradas, cerveza, karaoke y metralletas. Estaba amando Madrid junto a un nuevo amigo. La cosa prometía. Con tu chupa de cuero y tu gorra de beisbol.

Me zarandeo entre relámpagos, hojeo cartas desgarradas de un adolescente enamorado. Sabes de qué hablo? Imposible calcular la anchura de su corazón.

El mundo tal y como lo conocíamos ya no existe. Así que trata de caminar haciendo hueco bajo el brazo. Quedó algo de nosotros en aquellos bares, en cementerios, en trayectos en tren a ninguna parte. Ahí estamos, entre risas, explosión e incertidumbre.

Tu y yo nos hemos visto varias veces. Has sido mi isla de calma en medio de una marea enfurecida. Compañía garantizada bajo granizo y nieve y sin poder tocarnos. O bajo 40 grados, con el ánimo hecho polvo (guerrero derrotado).

A la mujer valiente

Y al final, de la familia quedó lo que de nosotros cuentan. 

De todas las ceremonias solo consideramos una digna de nuestra presencia, de nuestros abrazos y palabras de consuelo. 

Qué difícil me ha resultado siempre despedirme, asumir de nuevo que no hay guía espiritual al que aferrarme, ni promesas de un epílogo a parte. Una mente tan abierta que no deja paso a la creencia, al manido más allá.

Agosto trae malas noticias, la necesidad de volver a acariciar la soledad presente como punto y final a tantos recuerdos juntos. 

Siempre me he considerado afortunada: era verano, alargábamos la madrugada conversando en el escalón de la puerta, antes de entrar a casa. Te acuerdas? Creíamos crecer.

Y ahora, mujer valiente, espero con el corazón encogido que el tránsito sirva de descanso, un plácido sueño al cerrar los ojos. Un paseo entre los almendros, el sonido de las hojas secas al caminar. y retomar el paso avanzado, con el flequillo a medio lado, y calmar este calor al deshacernos en el mar.

En mi memoria, que guarda textura, sabor, olor... encuentro tu sabiduría, tu lucha, incansable y tus respuestas cuando más necesité entender. Se esculpieron con cariño y mil explicaciones tus huellas en mis cimientos.

Es impresionante. No dejo de asombrarme. Temo darle la vuelta a la página para descubrir cómo continua el cuento. 

Dejaré entornada mi puerta, por si acaso la gata que vive en la calle buscara un cálido lugar donde cuidar de sus gatitos. Una rendija que deje pasar la luz, por si solo ves oscuridad.


jueves, 5 de agosto de 2021

Escenario abandonado



Palpo las paredes de este laberinto confuso, evitando encontrar la salida. Alimento cada día la esperanza que conserva una absurda creencia: el cambio reversible, retroceder en el camino, recuperar el tiempo perdido.

Qué costumbre malsana, qué absurdez, cuántos gritos. Estampo las palmas de mis manos sobre el cristal, cuento mis dedos, mis afiladas uñas. se retuercen mis muñecas.

Últimamente he viajado más que nunca. Me confundí entre las mariposas y fui a parar a innumerables escenarios, ya abandonados. Ese nudo en la garganta, estar creciendo, no entender. Escurrir de agua mis zapatos, caminar de su mano, aterrizar en el Madrid de los 80.

A pesar de eso reconozco mi suerte. Duermo entre risas y aspavientos alocados. Duermo tranquila, de momento. El sexo ya no es suficiente, vuelvo a no encajar. 

Me he abrazado a tu cintura ancha y he recordado cómo de cálida era tu casa. El tacto de tu falda, tu andar apresurado, tus sabios consejos.

No hay manual al que recurrir, no hay prospecto o vaticinio, no hay tirada de carta certera. Simplemente las palabras se han deshecho.

Rebusco en los armarios voces rasgadas por la edad, el tabaco yo los excesos. quiero recuperar los celos, la envidia, el egoísmo. Vengarme, arrastrarme. Sudar, respirar, masticar...

Las páginas se dejan mover por el viento, y mientras tanto la historia, vacía de trama, va avanzando.

Mi mayor temor era saltar sin saberlo sobre arenas movedizas. Me asustaban también las pirañas y los terremotos. 

Ahora miro atrás en vez de delante mientras activo los músculos de mis piernas cansadas. Un paso más.