sábado, 28 de agosto de 2021

A la mujer valiente

Y al final, de la familia quedó lo que de nosotros cuentan. 

De todas las ceremonias solo consideramos una digna de nuestra presencia, de nuestros abrazos y palabras de consuelo. 

Qué difícil me ha resultado siempre despedirme, asumir de nuevo que no hay guía espiritual al que aferrarme, ni promesas de un epílogo a parte. Una mente tan abierta que no deja paso a la creencia, al manido más allá.

Agosto trae malas noticias, la necesidad de volver a acariciar la soledad presente como punto y final a tantos recuerdos juntos. 

Siempre me he considerado afortunada: era verano, alargábamos la madrugada conversando en el escalón de la puerta, antes de entrar a casa. Te acuerdas? Creíamos crecer.

Y ahora, mujer valiente, espero con el corazón encogido que el tránsito sirva de descanso, un plácido sueño al cerrar los ojos. Un paseo entre los almendros, el sonido de las hojas secas al caminar. y retomar el paso avanzado, con el flequillo a medio lado, y calmar este calor al deshacernos en el mar.

En mi memoria, que guarda textura, sabor, olor... encuentro tu sabiduría, tu lucha, incansable y tus respuestas cuando más necesité entender. Se esculpieron con cariño y mil explicaciones tus huellas en mis cimientos.

Es impresionante. No dejo de asombrarme. Temo darle la vuelta a la página para descubrir cómo continua el cuento. 

Dejaré entornada mi puerta, por si acaso la gata que vive en la calle buscara un cálido lugar donde cuidar de sus gatitos. Una rendija que deje pasar la luz, por si solo ves oscuridad.


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