jueves, 5 de agosto de 2021

El lugar donde nos despedimos

La buena noticia es que he vuelto a escribir. 

Agarré de cómplice al viento para hacerte llegar mi última súplica: caminar en silencio junto a nombres olvidados, detener el tiempo, encontrar tu sonrisa entre mil escombros.

Me decías: eres fuerte, valiente, estás hecha de acero y polen. Luces con orgullo un par de enormes alas. Te paras, observas, arrancas a correr.

Utilizamos como traje banderas desgastadas, estatuas larvarias, un instinto imparable y la voz que emanaba desde las paredes. 

No pudo ser, nena, una vez más.

Quisiste desplegar sus párpados, soñar entre sábanas limpias, hacerle ver, convencer. Decidí escapar antes de entrar en la habitación sin salida.

Esculpí en cemento mis mejores deseos, apreté mandíbula y toqué con disimulo una silueta extraña. Un idioma desconocido, un suelo lleno de cristales rotos... Me empeñaba en avanzar descalza extendiendo bien arriba los brazos. 

Quise volver al lugar donde nos despedimos, amigo, sin saber por cuantos años. 

Mi estómago no entiende, mastico a máxima velocidad estos bocados de enorme realidad. Quién nos lo iba a decir. Me creía construida, me creía capaz de enfrentar los golpes con las cuatro cartas que encontré sobre la mesa. 

Pensaba: mis manos abarcan lo intangible. Que se adelanten, que vengan. Confiaba en que la suerte estaba de mi lado. 


No hay comentarios: