
No soy quién para pedirle al músico que deje de tocar,
ni quién para ensuciarle su instrumento,
ni quién para escondérselo.
Me ofreces tu sonrisa limpia y tu tacto cálido.
(No sé qué robarte para sentirte mío).
Lleno mi mochila de piedrecitas mientras busco el camino de vuelta a casa.
Manos extrañas me acarician.
Encuentro en cada desconocido un alivio,
y dibujo bajo su piel un deseo.
Me pierdo en el humo de sus cigarros
y me vuelvo aire viciado y sabor al último bar.
Conversación improvisada.
Guardo en el bolsillo del pantalón corto de verano aquella calle,
aquel silencio, el viento frío y tu mirada.
- ¿Cómo te llamas?
- Ángela.
1 comentario:
Foto cedida por Moisés G.
Publicar un comentario