lunes, 30 de julio de 2012

Qué putada, Carlota

... Y así superamos juntos
el domingo.

Me bastaba mirarla: 
Su pelo rojo, sus pocas palabras,
su respuesta siempre ingénua.
Tremenda.

Tenías un verano enterno,
tu propio cuerpo dejó de estorbarte.
Subías escaleras de dos en dos.

Suelo llorar, decías,
y todos sabíamos 
que te faltaban razones.

Pasé horas nadando
entre los dibujos de tu espalda
mientras tu dormías.

... Y en tu habitación
el tiempo se detiene 
y vuela a la vez.

Fuera de nuevo el bullicio estallaba.
Respira. Respira otra vez.

A las once Carlota vuelve a casa.

Lo conseguimos,
no era tan difícil.

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