sábado, 2 de junio de 2012

Nadie ve como nosotros

Se apagan las luces y nace el artista.
Como a cada momento te desnudas 
y me comprometes a sonreir a tu complicidad.

Que nada de lo que conocemos se encuentra cerca, 
ni tampoco demasiado lejos.
Ni hay zapatos, ni conversaciones, 
ni argumentos incómodos.

Silencio llegó y se quitó el disfraz.
Pensamos: quizá se refirieran a esto,
cuando tanto se ha hablado y tan poco
se ha sabido.

Nunca - Siempre.

Y hoy me cuesta recordarte.
Tanto empeño por convencerme 
en no crecer...

Es: aprender a despedirse, no sufrir más afonías, 
creer que ahora sí lo sabes todo. 
A veces, preferir olvidar.

Es que terminaron los días de ensayo y error, 
el peligro en la escoliosis, 
saliva, saliva, saliva.

Decidir qué si y qué no
desconocer la nimiedad de cualquier asunto.
Imaginar...
Eso dicen.

Juego empapada en sangre
entre cuchillos y heridas abiertas.
El tiempo también anida entre vosotros.

Tras vuestras ventanas,
en cualquiera de estos frascos, 
bajo tu pantalón, pegándose a tu piel.

Caminas sin prestarle a penas atención.
Confirmo el placer de desatarme contigo, 
saltando entre tu cara de sorpresa 
y tu risa imparable.

Querría también aquellas tardes, 
Nueva York en los setenta
junto a Sandy, Patti y Robert.

Magia en la punta de mis dedos.
Que llueva, que se haga denoche.
Dormirme en el asiento de atrás de cada coche.
Sufrir un abandono en cada ciudad extraña.

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