martes, 6 de noviembre de 2012

Tres caballos heridos y una ardilla desde el árbol

Indecisa, inconcreta. 
Sin un lenguaje comprensible a mano.

El azar se nombró protagonista
cuando todos esperamos 
el GRAN MOMENTO trascendencia.

Esto es lo que pasa, dirían: de todo y nada.
Y los recuerdos se esfuman, 
y tu voz ya no existe, ni tu pelo,
ni tu ira, ni tus malas palabras.

Tampoco existe ya lo que apenas importaba, 
ni los motivos principales, ni tus llantos, 
ni tus buenas intenciones.

Tanto jaleo... tanto, tanto jaleo.
No quiero, decías. Me da miedo, decías.
Calla, respondían. Entra.

Caminar y echar raíces
donde solo hay ya cenizas, 
permitiros la salida y quizás comprender.

Hundida entre el tiempo envejecido, 
el espejo que es tu piel, 
los deseos de (quizá) mañana.

Clavando las uñas hasta sangrar, 
empleando a fondo mis dientes.
Nunca supe protestar antes de que fuera tarde.

Tres caballos heridos,
una ardilla desde el árbol.

Esta farsa, nena, este juego es el que toca.

No alcanzaste su sonrisa por más que corriste tras ella...
No averiguaste qué trazos dibujaba su ropa.
En qué momento... eh?

No alcanzaste su sonrisa.
Por más que corrías.

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