viernes, 13 de septiembre de 2013

Mitad calma, mitad revolución

Frotando mis ojos hasta deformar la realidad.
Casi no puedo creerlo.

Llegaste, como las olas cuando rompen,
y fuiste: Mitad calma, mitad revolución.

Con todas tus curvas, tu camino tropezado, 
desnudo, descubierto.
Me agarraste de las manos y dijiste:
Mira, la ventana está aquí.

Y tus dedos trajeron magia.

Aún observo tu cara desenfocada
a dos centímetros de mi boca.
Aún no quiero despegarme de tu abrazo.

El futuro siempre me dio miedo, ya sabes,
y sin saber escoger el momento adecuado,
sé que podría empezar a amarte
como si nunca me hubieran herido.

Que el lugar que habitamos en este colchón
es tuyo y mío.
Habitado y olvidado por completo.

Entre risas repetimos
que esta experiencia será inolvidable.
Lo sé.

Fuimos dos piezas imantadas
en un tablero de madera.

Nunca podría explicarte
cómo me diluyo al escucharte,
cómo admiro tu belleza.

"Hay que aprender a ver la belleza
en las cosas simples", me enseñaron.

Sin alardes de grandeza, sin grandes estridencias.
Decides: Dar forma física a esta noche, 
y que amanezca antes sin apenas enterarnos.

Y nos la suda el paso de cebra, 
nos la suda la hora que sea.

Expulsados del mundo de los gatos, 
probamos suerte bajo el sol, 
hacia el cobijo del Amigo-Araña.

El futuro me asusta, 
por eso no entra en mis planes,
como tantas otras tonterías.

Lo sabes.
Qué importa y qué sobra.
Y me sorprendo de nuevo.

Deseo, deseo, deseo...
Deseo, deseo, deseo...

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