martes, 14 de marzo de 2017

Un tal Mario



Sentada frente a ti, desconocido.
Sin pretenderlo he hurgado en tus bolsas, he descosido tu ropa, he perdido tus zapatos.

Tenía pretensiones de esclavizar con ruegos tu imperturbable voluntad.
Te reté sin ambición, sin valor siquiera. Escupí al otro lado de tu casa
expandiendo así mi territorio.

Atardece.

Perros vagabundos salen ahora a pasear, chirrían los columpios.
Los chicos se hicieron grandes. Los chicos crecieron de repente.

Exploro tu pecho.
Encuentro a tientas la cremallera maestra.
Un guiño más a la casualidad: Resbala, ziiiip! Abierto.
Vaya: una maraña de cables.
No me sorprende, qué decepción.

Ni nuevas canciones, ni nuevos anocheceres rotos.
Nunca fuiste esquina solitaria, no conoces a Medem,
no puedes darme placer.

Ahora leo a un tal Mario.
Su manera de vivir se encuentra tan lejos de lo que conozco
que me invita a abrir aún más los ojos.

Ahora acuno al bebé somnoliento.
Tartamudeo y sonrío.

Esquivo tu agrio aliento cambiando ágil de camino.
Ni aprendí a volar ni aprendí a decir que no.
Salta. No te quedes conmigo.


No hay comentarios: