Deshago mi cuerpo bajo el agua
por si acaso.
Para no llevarme restos de esta noche,
de tu cama,
para no quedarme a vivir en tus canciones.
Mi cuerpo es polvo de tiza,
mi corazón una roca empapada.
Soñaba tu tacto,
escuchaba tus pasos.
Me sorprendí escribiendo
sin tabaco a mano.
Y sin nervios, ni escondites,
sin buscar un lugar seguro
para dormir cuando oscurezca.
Caminé a lo largo de las vías del tren
sin saber a dónde iban a parar.
Recordé sus ventanas abiertas en domingo,
una sonrisa imborrable,
miedo impenetrable
y todas las ganas del mundo.
Escapé también de lugares ajenos,
haciendo caso a mis pies.
Me calcé las botas,
quemé a ciegas manuales.
Dí la vuelta a mis bolsillos
y alimenté pájaros hambrientos.
En invierno, el abrigo.
En verano, el mar.
Leyendo entre líneas
el dibjo inquieto de mis rizos.
Qué duro a veces cómo atrapa el simbolismo,
India.
Hoy es suerte: cambiamos blanco y fucsia
por azul celeste, ante tanta insistencia.
Percibí electricidad en cada esquina de tu cuarto.
Te dije: Hoy vago sin nombre.
Para empezar, café solo sin azúcar.
lunes, 24 de diciembre de 2012
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