Me gustó tanto el tacto de tus sábanas
como tu boca a medio abrir mientras dormías.
Tu peinado imperfecto, tus manos, tu calma,
el estúpido piercing en tus labios.
Tenía miedo de dejarme llevar y mojarme la ropa,
no encontrar después un lugar
donde tenderla al sol.
Hubo un momento, comprendes?
Tu reflejo en el espejo
puso un escalofrío en mis brazos.
Y ahí dudé entre el camino a piedras
o volver nadando.
Dudé entre enredar en tu cabeza mis dedos,
o recoger del suelo los mechones cortados.
Apartar la vista, reir,
cubrir mis ojos del reflejo cegador, jugar,
esperar paciente otra primavera.
Hubo un momento.
Pero mayo entero eras tu,
tus ganas contagiosas,
tu inquietud imparable.
Lavapiés amaneciendo,
recorrer el Rastro a tientas.
Eras cada tejado desde donde observaba,
la extrañeza de una cama ajena.
Quédate a dormir, decías.
Y si de madrugada te entran ganas,
volvemos a follar.
jueves, 27 de junio de 2013
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