viernes, 25 de noviembre de 2016

Verano del 92

Guardo entre las manos los susurros de Ana y su búsqueda inconsciente.
Que me conviertas en tu cuerpo y en tu voz.
Nadar libre entre las olas de un mar embravecido.
Desnuda.
Imparable.

Extremidades luxadas, huesos machacados
y mandíbulas deformes.
Piden desde su escenario que arda la revolución.
Sus gritos desgarrados inspiran ternura.

Soy un camino de ceros obviados,
heridas desangradas,
partos frustrados.

Soy veneno derramado,
semen de mil extraños,
un bebé desarropado.

Y así, sin ropa ni pretextos,
te reconozco por fin como la casualidad definitiva.

Zanjo mi espectáculo con una mueca de dolor disimulada,
la gratitud de saberme querida,
y las ganas de seguir levantando cimientos
a pesar del vendaval.

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