domingo, 2 de febrero de 2020

Desterrados


No, nena, asúmelo: tus hermanos están muertos.

Parecía mentira, sabéis? No encontraba explicación. De repente llegó por sopresa una tormenta no anunciada.
Fui a parar desnuda, despeinada, sucia, enloquecida, a la orilla de un mar desconocido.
Con mis manos cuarteadas desenterraba desesperada los recuerdos que, sin embargo, permanecían más vivos que nunca. No imagináis cuánto compensaba perseguir sus gritos: buscaba auxilio, la calma, una palabra de alivio.

Y volví a las tardes de verano en el pueblo, con las bicis, con todo el tiempo por delante. Creíamos crecer dejando las horas pasar en la acera observando las hormigas.
Volví a madrugadas en las que el viento ensordecía y no nos hacía falta voz para querernos.

Encontré viejos himnos, banderas, el germen de sueños que años después vieron la luz, mutaron o simplemente se olvidaron.

Entre piedras, desiertos, manantiales, ríos... Cumpleaños felices, 17 velas encendidas, y sin aún poseer capacidad para agradecer tu compañía.

Fumabas, mientras mi habitación ardía.

Escuchaba los consejos de tahúres expertos, llené la manga de mi brazo izquierdo de los trucos aprendidos, de trampas preparadas, por si acaso. Torpe ejecución. Fueron cartas marcadas, papel mojado. Poemas de Bukowski en el aula de un colegio infantil.
Mucha ceniza por barrer.

Peinaba tus rizos bajo la sombra de la higuera. Conversamos, reímos, creíamos crecer.

He dejado la puerta abierta esperando escuchar tus pasos de vuelta a casa.
Mis maletas aún vacías.
Guardaba esperanzas de intensidad adolescente, desbordadas.

Pinté de verde las paredes, ordené cajones, recuperé antiguos disfraces y traté de fingir hasta que pudiera lograrlo. No hallé ropa de abrigo, y el invierno se acercaba imparable, imponente, inevitable.

Es verdad lo que cuenta quién hoy susurra en mi oído: cuando la realidad te mira de frente, cuando la mentira se burla y las excusas pierden su valor. Cuando lo que creías importante desfila en línea recta y se pierde, ridículo, en una maraña de caos e incertidumbre.
Y toda respuesta es silencio. Y caminas descalza entre los escombros de una ciudad devastada.

El futuro te pilla enmudecida y se dirige a ti en un idioma extraño.
Cuando en tus bolsillos, en tu espejo, en tus huellas, solo distingues como arma valentía.

Es mejor dormir y despertar acompañada.

La noche alarga sus brazos.
Los críos que fuimos siguen jugando ajenos.
No era cierto: hay problemas que no tienen solución. Hay partidas que quedan en tablas. Nadie guarda en sus secretos el movimiento perfecto: la banca acabará siempre ganando.

No hay cerradura que me libre de seguir esperando. No está escrito en ninguna página, este libro no tiene final.


Y salir airoso, levitando sobre las grietas del asfalto, de los puentes hechos polvo. Dibujar con trazos invisibles sobre el agua, ser su aliado, escuchar: cuenta conmigo.

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