domingo, 2 de febrero de 2020

Todo dios que he conocido

Hay que ver nena, ya pasando de los treinta y aún no has aprendido a despedirte.
No hay cabida entre tus huesos para tanta música, tanta luz y unos deseos tan inabarcables.

Confiabas en extraños, cerraste los ojos, enredaste tus dedos en su pelo un 8 de abril. Tinieblas: El cadáver de un perro ahogado yacía en tu piscina antes de empezar el verano.

Y descubriste que la verdad es un secreto, y que no hay mayor ventaja que caminar siempre desnuda. Acariciar la esperanza. Dejar que el tren pasara las veces que haga falta.

Tu poder era no temer rendirte a tiempo, colgarte orgullosa una etiqueta tras otra, darles toda la ventaja que creyeran necesitar.
Ilusos.

Crecías, crecías.

Mira cuántas lápidas. Monumentos perennes a vidas ya olvidadas. Atrévete, mírala de frente. Entrégale todo cuanto tienes, ella ya sabrá qué hacer con ello.

Derepente este lugar ha cambiado de nombre. Aquí empieza y aquí termina la función. El mismo día de tu debut decides retirarte.

Ya no podré bailar, decías. Tu libertad era tu moneda de cambio. Ya no podré bailar. Llevo diez días horribles y lo único que quiero es dormir.

Exprimo hasta agotarlos todos los recuerdos contigo. Yo también estaba creciendo.


Una vez me visitó la certeza, sabes? Ese es todo el dios que he conocido. Cuando se apagaron las luces, me dejó: unas botas nuevas y una dirección inequívoca. Y empecé a caminar, porque nunca he sabido correr. 

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