domingo, 2 de febrero de 2020

No existe lo que no podemos ver

Caminaba a saltos entre las baldosas procurando no pisar las rayas.
A los 15, sorda y ciega, alcé mis manos para trepar la tapia y preguntarme después cómo desandar el camino recorrido.

No sabía que nadie sabía que esa no era la respuesta que buscaba.

Al soplar un año mas las velas, se desprendió la venda. Las sirenas en tu callejón anunciaban la suerte que estabas a punto de correr. Correr...

Volví a nacer aquella noche en la playa, mis piernas bebían de otra sangre, nunca antes el viento tan veloz sobre mi cara.

Destruiste entre zancadas los insultos, la vergüenza asfixiante, el dolor de cada despedida.
Cogían polvo en un cajón abandonado de cualquier casa de cualquier niño que hoy quisiera comer algo de postre.
No existe lo que no podemos ver.

Hemos habitado en el Detroit de los disturbios, hemos asistido a macabros pactos con fantasmas que aún sonríen. Bailamos, nos miramos a los ojos.
Compartimos sueños, relojes y escaleras. Bajas las ventanillas, aceleras...


Suenan los primeros acordes de guitarra... Este avión a punto está de despegar de la tarima.

No hay comentarios: