domingo, 2 de febrero de 2020

Imprudentes

Vuelve septiembre y el Chico Eléctrico ya comienza a afilar sus lápices. Estaciones cerradas, andenes inundados.
Respiración contaminada en una habitación redonda donde todos compartían cama.
Bien entrada la década del 2000, atareados envolviendo y destrozando por igual regalos de cumpleaños anteriores.
Botas nuevas para pisar los charcos. Otra tirada de dados.
La banca siempre gana, pero ahí estás tú, creyéndote el puto dios del azar sin haber terminado los estudios.
Al final cada día es el mismo: los niños duermen su abandono, la compañía animal no existe.

Entre vaivenes del vagón recuerdo al Chico de pelo largo y rubio. Era musa en Malasaña. Podrías encontrarlo cerrando cualquier bar, perdido, tragado, clavado en un cruce hacia todas direcciones.

He desempolvado los viejos cajones mientras trataba de espantar las dudas... Quizá no era un buen momento.

El Chico de la gorra divaga, más solo que la una, paseando sus sueños en banderas una vez ha amanecido. Esquiva indiferente adoquines levantados, confiando en que el viento limpie de su maltratada tela toda la mierda que ha cogido con el tiempo.

Salgo de casa a estas horas imprudentes, palpo mis bolsillos y subo a golpe seco la cremallera de
mi chupa.
Cada día celebro que ayer me tocó la lotería, que hay dos gatos que encontraron refugio. Acaricio tu nuca mientras vuelves a cerrar los ojos.

Dicen: persigue tus metas. Dicen: todo esfuerzo tiene recompensa.

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