miércoles, 25 de junio de 2008

El Sol

“La excusa, Amar, es que estoy enamorado”. Y la garantía de certeza es que me da igual lo que creáis. Qué ingenua, qué tonta, vaya vuelta a los quince años. ¿Qué me dirían las carreteras de camino a tu casa? Mis amantes son cadáveres, y el cementerio quedó inundado tras las últimas lluvias. ¿Qué me dirían las bicicletas, los mosquitos, la ventana a medio abrir? He censurado las palabras que me herían, he decidido no pisar sobre mis huellas, pero guardé cada piedra en mi bolsillo.

Sin pretenderlo mis rizos brillan al sol, y la apariencia de falta de complejos, el balanceo de mi cintura y el empeño por hablar tu idioma te han atrapado. Me besabas como si me quisieras. Imagino… cómo me gustaría contarte, llamarte y quedar contigo esta tarde. Falseo la realidad para que merezca la pena. Estiro a la eternidad los segundos efímeros de mayor intensidad.

Funciono a golpes de intuición, disfruto de la belleza que me muestra el azar, y me detengo ante la cara de cada chico guapo. Quiero conocer tu mundo, coger a tiempo el transporte más rápido. Tengo veintitrés años y no sé si es tarde o demasiado pronto. Alimento una oca que no se mueve de mi cama, y camina con delicadeza, sin apenas arrugar las sábanas.

Hierbajos, la piel de gallina. El parche para el niño estrábico, virginidad a los treinta, un acné perennemente siniestro. La mala suerte juega contigo y va ganando la partida. Las mentes deformes me atraen como imanes.

Tengo un plato de comida caliente y un perro que duerme a mies pies. Mis abuelos están vivos, su ropa aún no ha perdido su calor.

Ahora es de noche. Miro orgullosa mi huerto, y todos los frutos que guardaré para el invierno. Destruí de un arrebato el guión perfecto con sus múltiples versiones. Recordé el consejo del maestro que consiguió hacerme llorar.

Con una sonrisa de incredulidad te cuento mis planes.

Temporada de matanza: los cerdos se desangran en el patio. Desde aquí dentro puedo oírlos chillar.

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