miércoles, 25 de junio de 2008

Tu celda

Mi almohada retiene el olor de tu sudor, tu sexo, tus ganas, tu energía. Tu pelo largo, rubio, cayendo sobre tu espalda. El chico rubio que odia las mentiras, el de cara y conversación de niño, al que le sobra una mirada para entrar a regalar placer y no despegarse del contacto con el cuerpo que acaba de encontrar. Quien dice que amó y que sin más la chispa se fue apagando, quien ama sin entregar nada intangible. Quien juega a conocerse y confía en su poder para entender todos los gestos, para responder a los gemidos con vida propia. Quien no juzga su presencia, y no es consciente de su belleza, de lo reales que son sus muecas, los orgasmos intensos en su cabeza, echada para atrás, sus ojos cerrados, el cuello estirado, su boca... y sin perder de vista mis manos. Me asombro de no encontrar palabras que ilustren la confianza en mi personaje a su lado.

Amaneció. Se peinaba frente al espejo, y yo desde la cama observando, aprendiendo. Su torpeza, el tesoro en su pelo. Sus párpados que no dejan casi pasar la luz. Sus posturas sin forzar, sus ansias de gozar y demostrar su destreza. Me río de lo bien que sabes venderte, y cuando te oigo cantar miro hacia otro lado, me reconozco ingenua, jueza de tus movimientos. Me tomo en serio el juego y te abro mi cama, claro que sí. Soñaré contigo esta noche, y esquivaré ya agotada tus deseos despiertos, tu insomnio hormonal. Con frialdad ante el objetivo: este soy yo y esto es lo que tengo; Malasaña entera soy yo, este viernes noche: yo. La gente del bar no existe, ni su música, ni el lugar de donde venimos. Existe mi cuerpo y existes tú, y mis ganas de tocarte y culminar.

Mis bolsillos no admiten que el tiempo entre en ellos. Amanece fuera, nieva, los coches se amontonan en sus atascos diarios, y nosotros empañando la ventana de la habitación, golpeando las paredes con nuestra respiración, mirándonos de frente, sintiéndonos. No hay verbos impronunciables, ni objetos prohibidos, ni cuevas inescrutables. Hoy me siento a gusto. Quiero que me enseñes tus costumbres, tus mejores momentos, tus noches acostado temprano y solo. Tus conflictos. Pero me conformo con verte como te muestras. Explorador, incrédulo con los placeres que últimamente te abordan. Todo el placer que puedes sentir. Has visto que has llegado donde quizá nunca imaginaste. Y quieres más.

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